sábado, abril 19, 2003

(Esta pequeña pieza salida del ocio, tuvo como fin el de serle enviado a varios de quienes fastidiaban mi cuenta de correo electrónico con forwards de cuanta cosa pueda uno imaginarse. Luego lo publiqué en el suplemento DOMINGO, de Vallarta Opina MILENIO y ahora aquí, para que quien insista sepa a qué se atiene)


¿Que tengo un mail?

Estoy decidido a ya no perder tanto tiempo leyendo mails que no tengo por qué leer. Sin darme cuenta se han convertido en mi peor pesadilla después del pan de dulce. Todos los días abro mi correo electrónico y están ahí decenas de mails, de "forwards" que me mandan tanto amigos como familiares y hasta desconocidos. Cuando recién estrené mi cuenta, hace unos años, me emocionaba ver que me llegaban, pero ahora, al verlos, no hago más que darles "send" a todos sin miramiento.
¿Quiénes se creen esas personas desconocidas, a las que en la vida les he visto la cara ni he cruzado media palabra con ellas para mandarme a mí recomendaciones, chistes o fotos obscenas?
No hay duda que las cosas han cambiado en muy poco tiempo. No hace ni diez años, cuando recibía correo por la vía tradicional, me emocionaba escuchar el silbato del cartero, salir y ver que traía un par de cartas, tomarlas y leer inmediatamente el remitente, controlar la sorpresa, abrirlas y leerlas y releerlas, guardarlas, sacarles copias o incluso romperlas. Que yo recuerde nadie fue capaz de escribirme sin conocerme. Nunca recibí una carta de alguien que no conocía, ni mucho menos para contarme chistes de gallegos o para pedirme mi firma para protestar por la discriminación de perros chihuahueños en Nepal. Es más: nadie fue capaz de mandarme seis cartas en un solo día. Todo eso sí ocurre ahora.
Me pregunto, por ejemplo, aquel primo que me manda seis o siete mails al día, a diferentes horas, ¿no tendrá nada qué hacer? ¿O es que acaso pasa todo el día como burócrata "en línea" frente a una computadora y entonces aprovecha cualquier parpadeo de sus superiores para mandar correos a diestra y siniestra?, ¿o es que será precisamente su trabajo mandar mails de lo que sea a todo mundo? Misterio.
Los primeros años leía cada mail que me llegaba, hasta que decidí que pasaba demasiado tiempo leyendo tantas tonterías y entonces "send" a todos. No es posible desperdiciar tanto tiempo y al final terminar invirtiendo la mañana en leer pronunciamientos maratónicos en favor de la biodiversidad y la capa de ozono o estúpidas historias de directivos de emporios computacionales que le darán a uno no sé cuántos miles de dólares por sólo mandar un mail.
Tampoco es posible que quien envía "forwards" (que para los que no son expertos en lides cibernéticas, debo decir que son simples copias, reproducciones de correos que son enviados indiscriminadamente con sólo dar un "click") crea que está escribiendo una carta, un mensaje personal para quien lo dirige. Por mi parte, yo no doy por hecho que sean correos si no están personalizados, dirigidos específicamente a un remitente, lo otro se convierten en el equivalente a volantes, meras reproducciones, clones que circulan por la red sin vergüenza.
Un primo estaba indignado conmigo (creo que aún lo está) porque decía que yo no le contestaba sus correos, cuando lo único que ha hecho es mandarme "forwards" y "forwards" de cuantos "forwards" le llegan a él: desde pensamientos cursis estilo "Dios nos ama, no cambies", hasta recetas para ser un ejecutivo triunfador en un mundo globalizado, recién salidas de la cabecita de Miguel Angel Cornejo.
¿Qué quería?, ¿que le contestara: gracias primo, el pensamiento que me enviaste (y que ya conocía porque viene todos los años al reverso de una hoja del calendario desprendible) me ha servido de mucho? Por supuesto que no, así como decidí ya no perder el tiempo leyendo "forwards", mucho menos me voy a dedicar a contestarlos o a continuar la cadena reenviándolos.
Estoy consciente de que en muchos casos tener la opción de "forwardear" (que me perdone la Academia y su santa madre por el terminajo) ciertos documentos da muchas ventajas, pero como siempre sucede —y sobre todo en temas cibernéticos— las mejores herramientas en manos del ocio terminan pervirtiéndose. Es como si, en el caso del correo tradicional, uno recibiera una carta y corriera luego a sacarle cientos de copias para enviarlas a cuanta dirección se le viniera a la mente. Una auténtica locura.
Lo más común, al menos en mi caso, ha sido recibir "forwards" de chistes; según creo es la primera afición de un novato cibernético: descubre que en internet puede encontrar chistes de todos colores y sabores y entonces decide compartir, no con uno, sino con todos y cada uno de los personajes que tiene en su libreta de direcciones, los chistecitos que seguramente le han alegrado la mañana. Un amigo me estuvo mandando chistes de diferentes temas durante meses, solo le ponía al título del correo "de Gallegos", "de jotos", "de impotentes" y así, días y días. Llegó hasta el extremo de mandar "de personas que no pueden contener sus esfínteres" y luego "lo mejor de los chistes de Gallegos". Está de sobra decir que también los puse en la "trash".
Otra práctica bastante común es la de mandar correos sensibleros de casos de niños que se roban en los supermercados para luego venderlos en los Estados Unidos, o bien, historias del tipo: "un septuagenario archimillonario que vive en las Islas Polinesias ha decidido donar un centavo de dólar por cada mail que reciba con la petición de acabar con el hambre entre los niños de Burkina Faso, mándale un mail a la dirección: locodadivoso@ayquerisa.ja".
Lo que sí nunca me imaginé ver fueron las tediosas e interminables cadenas religiosas: abre uno el mail y aparece una oración a equis santo o virgen y luego una sentencia: tienes que mandar este mensaje a cuanta dirección electrónica conozcas y hacerle una petición a... (aquí aparece el nombre de Santa Filomena o San Rodamundo, según sea el caso) y se te concederá el deseo en menos de tres días. De hacer caso omiso a este mensaje la furia de... (Santa Filomena o San Rodamundo) caerá sobre tí.
Pero hay un par de historias que —debo de confesar— lograron en algún momento interesarme o por lo menos provocarme una buena dosis de carcajadas.
Una, que a decir verdad ya ni siquiera recuerdo cómo me llegó, es una historia que va más o menos así: un tipo se fue a algún lugar de playa y por la noche decidió ir a divertirse a la disco, se topó ahí con una mujer de esas que sólo se ven en las revistas. Obviamente que el tipo no le despegaba los ojos de encima y entonces la chica se acercó a él y comenzaron a bailar juntos. Conforme avanzó la noche (porque avanzó), cada vez fueron agarrándose más confianza, a grado tal que la mujer le invitó a ir con ella a su hotel, que dizque para estar más cómodos. El tipo no se negó. Llegaron al hotel, ella le sirvió una copa a él y siguieron platicando y besándose. La siguiente secuencia (porque en mi mente ya es un capítulo chafa de una serie gringa) presenta al tipo metido en la tina del baño, completamente desnudo, sumergido entre agua helada y hielos. El tipo ya no recuerda casi nada y en segundos apenas comprende que la mujer le habrá dado algo para dormir. Cuando intenta levantarse, todo el cuerpo le duele como si lo hubieran golpeado, mientras se seca descubre que tiene una gran abierta en la espalda. La mujer le ha dejado un recado, pintado con crayola en el espejo del baño (esto último no sé ya si es un elemento que mi mentecita ha agregado o en realidad lo contenía la historia original) en el que le dice que le han extraído el riñón y que no se preocupe, que la operación la hizo un experto.
La historia no dice qué fue lo que hizo el tipo (bien podríamos pensar que es una persona noble y centrada, caritativa y positiva, que dio gracias a Dios por estar vivo y elevó una oración para que el riñón que ya no tenía fuera a parar a un cuerpo que en verdad lo necesitara; o bien que salió de ahí a presentar denuncias a donde pudo o a mandar el mail que luego le llegó a millones de personas, entre ellas a mí), pero sí cuenta lo que pasó cuando se durmió el tipo: obviamente la mujer le dio somníferos y en cuanto este se rindió a los brazos de Morfeo, llamó a la habitación de al lado y de ahí salieron los doctores y todo el personal que operó y se llevaron su riñón, una banda internacional de traficantes de órganos humanos, al que por supuesto pertenece la mujer y quienes se dedican a hacer lo mismo por todas partes del país con el único objetivo de lucrar.
Obviamente que al final o al principio del mail te ponen un mensajito del tipo: "aguas cuando salgas con un extraño".
La otra historia que mencioné líneas arriba me llegó apenas hace unos días, la sintetizaré así: el mail llevaba el título de "comercializan gatitos bonsai". El relato daba cuenta de una dirección en internet en donde se vendían "gatitos bonsai" y explicaba que una empresa se dedica a meter gatitos recién nacidos en botellas de vidrio para que no crezcan y luego los venden como una especie de artesanía viva. Juro que no pude contener la carcajada cuando ví la foto de un gato adentro de lo que parecía ser una botella de jugo.
Luego pensé que eso voy a hacer: mandarles un "forward" a todos los que me mandan "forwards", con una foto de una persona metida en una botella de vidrio y la leyenda: tipo mete personas que le mandan "forwards" en botellas de vidrio, a ver si así se detienen.

DAVID IZAZAGA